1.2. Epopeyas griegas

Se atribuyen a Homero, un aedo o cantor de poemas ciego (aunque algunos estiman que se trata de un conjunto de poemas unidos por un refundidor común. Dos largas epopeyas en hexámetros, la Ilíada y la Odisea, que constituyen el fundamento de la cultura común de los pueblos griegos. Apenas quedan restos de la Destrucción de Troya, de la Tebaida y de la Edipodia

La Iliada

La Ilíada narra los últimos 51 días del asedio por los griegos de la ciudad de Troya, ciudad en la costa Este del Egeo, al norte de Asia Menor. La causa del asedio fue que el príncipe Paris, hijo del rey de Troya Príamo, se fugó con la esposa de Menelao, la bella Helena. El héroe principal es Aquiles, "el de los pies ligeros", el mejor guerrero de los griegos, prácticamente invulnerable por haber sido sumergido por su madre, la diosa marina Tetis, en las aguas mágicas de un río, que le han convertido en invulnerable salvo por donde su madre le sostenía, el talón. Al comenzar la obra hay una gran peste en el campamento griego y Aquiles se ha retirado del combate enfadado porque Agamenón, jefe de la coalición griega, le haya quitado a su concubina Briseida, raptada de la ciudad troyana. En consecuencia los combates corren desfavorablemente para los griegos, aunque en ellos se lucen Diomedes ("domador de caballos"), Áyax el Grande, Menelao y su hermano Agamenón ("rey de hombres"), bien aconsejado por el sabio y viejo Néstor, y algunos dioses que asisten a los combates e incuso participan alguna vez en ellos, estimulados por la belleza de la lucha. Apoyan a los griegos Hera, Atenea ("de ojos de mochuelo") y Poseidón; apoyan a los troyanos Afrodita, Ares y Apolo ("el que hiere de lejos"); Zeus ("que amontona las nubes") se declara neutral; aunque en cierto momento apoya a los troyanos por petición de Tetis.
El motivo de la guerra venía en realidad de lejos, cuando en las bodas de Tetis y Peleo la diosa Eris o Discordia, no invitada, arroja en venganza al convite una manzana de oro (la "manzana de la discordia") con la inscripción "para la más bella". Afrodita, Atenea y Hera se disputaron el premio y Zeus nombró como árbitro al troyano Paris, que escogió a Afrodita; desde entonces el rencor de Hera y Atenea se centra en Troya, patria de Paris. Afrodita, a cambio de ser elegida, le había ofrecido a Paris la opción de elegir para si a la mujer más bella de la tierra. París escogió a Helena, reina de Esparta, y aunque se encontraba casada, Afrodita le ayudo en su propósito. El rapto de Helena por Paris ofrece el pretexto adecuado y los distintos pueblos griegos se unen en una expedición común para recuperar a la esposa de Menelao ("bueno en los caballos"). Tras vestir la armadura de Aquiles su amante masculino Patroclo con el propósito de animar a los griegos en el combate, el príncipe troyano Héctor, el mejor de los guerreros troyanos y hermano de Paris, lo mata; Aquiles, desolado, decide abandonar su enfurruñada inactividad para vengarse personalmente de los troyanos y de Héctor, lo derrota ante las murallas de Troya y arrastra su cuerpo delante de todos los troyanos y, por descontado, de su padre, el rey Príamo, sin acceder a sus súplicas de que le dé sepultura. Príamo abandona en secreto Troya y llega a la tienda de Aquiles, logrando conmover el duro corazón del héroe, de forma que éste accede a que pueda llevarse el cuerpo y darle unos dignos funerales. 

Posthoméricas

La guerra continúa, pero los griegos no logran ningún éxito definitivo. Al fin, Odiseo o Ulises, tan listo que no quería ir a la guerra y fingió estar loco para que no le llevaran, da con una estratagema, ardid o artimaña que logrará engañar a los troyanos; los griegos fingen retirarse y dejan un caballo de madera como exvoto a sus dioses; los troyanos, contentos al creer haberse librado de tan duros enemigos, lo hacen rodar a Troya, a pesar de las advertencias de la adivina Casandra, condenada por Apolo a decir la verdad de lo que va a ocurrir sin que la crean nunca, y del sacerdote Laoconte, que perece con sus hijos devorados todos por una serpiente que Poseidón hace salir del mar. En efecto, el caballo está hueco y dentro hay algunos soldados griegos que, de noche, bajan y abren las puertas de la ciudad al ejército griego, que entra en la plaza y la incendia y saquea; sólo se salva el príncipe Eneas, que lleva a su padre Anquises a hombros, junto con su familia y amigos. El poeta latino Virgilio cantará después una epopeya en latín protagonizada por él, la Eneida. Aquiles, sin embargo, muere al recibir un flechazo envenenado de París en el tacón, pero él ya había dicho que prefería una vida corta, intensa y gloriosa a una vida larga y sin alicientes. Algo más tarde, Áyax y Odiseo (Ulises) pelean por recuperar el cuerpo del héroe griego y enterrarlo junto al de su amigo Patroclo. Tras el funeral ambos héroes griegos reclaman la armadura de Aquiles como recompensa por sus esfuerzos. Tras una disputa de ingenio, Odiseo recibe la armadura y Áyax furioso cae al suelo exhausto y al levantarse está enloquecido por el furor; en su delirio confunde un rebaño de ovejas con los líderes aqueos, Odiseo y Agamenón, matando a todos los animales. Cuando Áyax despierta de su locura se ve rodeado de sangre y decide quitarse la vida antes que vivir en la vergüenza y el deshonor. Para ello utiliza la espada de Héctor, que éste le había concedido como un regalo de honor tras su primer duelo.

La Odisea

La segunda epopeya de Homero, llamada La Odisea, tiene como protagonista principal a Ulises u Odiseo y narra el accidentado viaje de retorno desde Troya del héroe Odiseo, a su patria en la isla de Ítaca. La hostilidad del dios del mar Poseidón lo hace atravesar por todo tipo de peligros y aventuras, y la de Venus por varias peligrosas aventuras amorosas que le retienen mucho tiempo, mientras su hijo Telémaco lo busca por los mares preguntando a los demás héroes de la guerra de Troya dónde está, e incluso a algún dios marino que pesca accidentalmente en el océano, como Proteo, y mientras la esposa de Ulises, Penélope, aguanta en la isla a los pretendientes al trono, pues estos creen que Odiseo ha muerto y debe casarse con uno de ellos. Penélope los desalienta y engaña prometiéndoles que decidirá cuando termine una tela que está tejiendo, pero sin que lo sepan desteje de noche lo que hila de día. Odiseo atraviesa por diversas aventuras: consigue huir de los gigantes antropófagos llamados Lestrigones y del país de los lotófagos, unos hombres que se alimentan de una flor que provoca el olvido; la del gigantesco cíclope Polifemo, pastor hijo de Poseidón, que devora a algunos de los compañeros de Odiseo y que este ciega con un palo caliente dentro de la cueva donde le tiene preso; la de las sirenas, cuyo maravilloso canto hace enloquecer a los marineros y rompe sus barcos entre los escollos, pero que Odiseo evita haciéndose atar y cerrando los oídos de sus marineros con cera; la de la hechicera Circe, enamorada de Odiseo y que transforma a sus compañeros en cerdos y prolonga mágicamente la duración del tiempo a su antojo; la de la diosa Calipso, que se enamora también de él y le promete la vida y la juventud eternas, pero a la que Zeus obliga a dejarlo marchar; la del naufragio y la llegada desnudo a la playa ante los ojos de Nausícaa; cuenta sus aventuras en la corte de Alcínoo; atraviesa los terribles pasos de Escila y Caribdis, a cuál más peligroso; la de la cueva donde Odiseo ofrece un sacrificio a los muertos y experimenta la visión del mundo inferior y, por último, el retorno a Ítaca, en que, ayudado por Atenea, cambia de apariencia a la de un viejo mendigo para no ser reconocido, si bien su moribundo perro Argos no se deja engañar por ello. Con su hijo y su mujer planea la venganza de los holgazanes que pretenden casarse con su mujer; hace que el novio se decida entre los que logren tensar su arco, algo que sólo podía hacer Odiseo; nadie lo hace, pero el viejo se atreve a intentarlo y cuando lo tensa, dispara a los pretendientes y con ayuda de Telémaco los mata.   

El Cid sale de Vivar


Mío Cid Salió de Vivar a Burgos se ha encaminado,
allí deja sus palacios yermos y desheredados.
Con lágrimas en los ojos muy fuertemente llorando,
la cabeza atrás volvía y quedábase mirándolos.
Y vio las puertas abiertas los cerrojos quebrantados,
y vacías las alcándaras sin las pieles, sin los mantos,
sin sus pájaros halcones sin los azores mudados.
Suspiró entonces el Cid que eran grandes sus cuidados.
Habló allí como solía tan bien y tan mesurado:
"Gracias a ti, señor Padre Tú que estás en lo más alto.
Todo esto me han urdido esos enemigos malos".


Cantar del Destierro (Fragmento)